Desde hace tiempo vengo pensando en expresar mi agradecimiento a la Asociación por permitirme formar parte de este sano colectivo, a pesar de no haber sido Guardia Civil, y al final lo hago por este medio que me brinda el blog.
Que alegría me dio al recibir la carta firmada por el Presidente Don Juan Carricondo Asensio, en la cual me comunicaba la aceptación de toda la Junta Directiva de mi solicitud de ingreso!. Eso fue con fecha 23 de Febrero de 2012.
He de confesar, que ya de chico me gustaba
mucho oir los relatos que contaban los mayores (mi padre y sus amigos) de sus
vivencias en la mili, e incluso de la guerra civil. Y ya de adulto se despertó
en mí esa vocación de lo militar.
A los 18 años ya rellenaba la Instancia para
irme voluntario al ejército. Elegí el arma de aviación de la 1ª Región Militar
y fui destinado a la Base Aérea de Getafe y posteriormente a la de Alcalá de
Henares junto a la bandera paracaidista del ejército del aire. Allí me
licencié, y ya en el pueblo, a los pocos meses el gusanillo de vestir un
uniforme predominaba en mí. Pensé pedir para la Guardia Civil, cierto, mas me
decanté por la Policía Armada, por aquello de hacer sus servicios en la capital
y no en lo rural como me podía haber tocado de guardia civil.
Al acabar los tres meses de Academia en
Madrid, debíamos elegir destino y opté por Barcelona, ciudad que no conocía ni
en fotografía.
El 1º de enero de 1960 llegaba a la ciudad
condal, incorporándome a la 41 Bandera de Policía, sita en Plaza de España. Allí
estuve hasta julio de 1964 en que pedí la baja para trabajar en una gran
empresa industrial, hasta mi prejubilación en 1994.
Pero quiero dejar bien sentado mi admiración
por el Cuerpo de la Guardia Civil, cuyos miembros cultivan la disciplina y el
honor que les exige su Código de Conducta como suprema divisa, tanto en el
servicio a los demás como su fidelidad a España, así como en sus servicios
rurales de campo, ciudades y vigilancia en las carreteras.
Y como viene a colación, voy a contar a modo
de anécdota lo que me pasó con la Benemérita circulando por carreteras
españolas.
Corría el año 1.975 y en el agosto de ese
mismo año había ido con la familia de vacaciones al pueblo, Archena, en la
provincia de Murcia, a unos 20 kilómetros de la capital. Una tarde y a petición de mi esposa y mi
madre que querían comprar unas prendas en unos grandes almacenes murcianos, las
llevé en mi flamante Seat 850 Especial recién estrenado, matrícula B.856026.
Iba por la Nacional 301, y a la altura de
Molina del Segura, al rebasar una curva de la carretera que había estado de
pequeñas obras, adelanté a una furgoneta que circulaba muy lenta. Nada más
adelantarla y unos metros más adelante, una pareja de la Guardia Civil me hacía
señales con el brazo para que me detuviera en el arcén derecho. Mientras
me arrimaba al arcén y me paraba allí con el intermitente puesto, me preguntaba
qué habría hecho mal para que me parara la Guardia Civil.
Una vez aparcado correctamente, miro por el
retrovisor y veo que se acerca a mí uno de los dos agentes. Me bajo del coche y
espero que llegue hasta mí. Entonces veo que es un Sargento.
- Buenas
tardes, me saluda llevándose la mano hasta el casco.
- Usted ha cometido una infracción de tráfico ahí atrás en esa curva, me dice. Ha adelantado un vehículo en raya continua.
Y yo que nunca he sido partidario de llevar la contraria a la autoridad, le digo: Perdone mi Sargento, pero yo no he vista raya continua en ese tramo, de haberla visto no lo hubiera hecho. Es que en ese lugar se ve que han estado de obras, porque aún hay restos de materiales por el suelo.
- Sí, me responde, han estado de obras, pero la línea continua aún se ve bien.
- Yo que no quería contradecirle porque sé que esa actitud no favorece al presunto infractor, continué:
- Pues lo siento mi Sargento. Pero ya le digo que no la he visto, porque yo procuro ser responsable conduciendo.
Y sea porque el hombre me veía sincero, sea
porque al verse tratado así por un paisano que se dirigía a él con “mi
Sargento”, el coche con matrícula de Barcelona, debió pensar que yo sería
miembro de algún colectivo militar o policial, aunque no llegó a preguntármelo.
Y finalmente me dijo: Está bien. Siga
adelante, pero nunca olvide que en la carretera hay que ir con los cinco
sentidos y con mucho cuidado.
- Descuide mi Sargento, que eso ya lo hago por la cuenta que me tiene.
- Buenas tardes. Se despidió de mí con el mismo saludo que cuando llegó.¡Uf! -respiré hondo. No me esperaba librarme de la sanción- me dije. Fue una suerte que me tocara un agente comprensivo.
Después de esto, he llegado a tener dos
paradas más circulando en carretera por parejas de tráfico, pero en las dos
salí absuelto sin multa alguna, señal de que eran infracciones de poca
gravedad. Pero mayormente por la honestidad de esos agentes que no buscaban
multar por multar.
Y como digo al principio, me hizo feliz el
hecho de poder figurar como uno más de la Asociación, con mi nº de socio y el
carnet que lo acreditaba. ¡Qué suerte poder confraternizar con estos
veteranos!.Oir también sus historias y batallitas. Luego están los Boletines
Informativos bimensuales, llenos de historias del Cuerpo, opiniones
particulares y memoria histórica, que son tan ilustrativos, al menos para mí.
Los tengo y guardo todos. Y cuando me place y puedo me pongo a repasarlos.
Porque me impactaron mucho los relatos
descritos de Los Sucesos de Castilblanco del año 1931 en el boletín nº 13. O el “Crimen del clan de los Tartajas” de
1919 en el nº 11. Y muchos otros, no
menos interesantes.
También del boletín nº 15 de abril del 2017,
me quedo con la Memoria Histórica que nos relata para todos el General Retirado
de la Guardia Civil, Excmo. Sr. D. Manuel Fernández Romero de su vida
profesional y familiar.
Un ejemplo éste de pundonor, superación,
lealtad y amor al Cuerpo. Al servicio de España, en suma, fuese cual fuese el
régimen político que gobernara en el país.
En fin, no me extiendo más, sólo repetir que
estoy muy contento de pertenecer a este colectivo, y por ello me sale decir:
¡Larga vida a esta Asociación de Retirados de la Guardia Civil de Trafico!
Pedro
Campuzano Garrido. Socio nº 646